Miguel de Cervantes escribió en su famosa obra “EL QUIJOTE” … ¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso! Estas pocas palabras reflejan la realidad de muchas personas a lo largo de los tiempos. Hay quienes nunca consiguen encontrar paz, reposo y descanso para su mente y corazón porque son muy memoriosos. Recuerdan engaños, desilusiones, abandonos, fracasos, despedidas, frustraciones, en fin, recuerdan todo lo que les ha hecho sufrir y derramar lágrimas. 

Sin embargo, Dios no creó al ser humano con memoria para privarlo de descanso y hacerlo sufrir recordando todo lo que marcó negativamente su vida. Esa consecuencia se originó con la entrada del pecado en la humanidad. Dios dio al hombre la posibilidad de recordar con un propósito diferente. Nuestra memoria, enfocada en las cosas correctas, entregada a Dios y ejercitada bajo los principios del Reino de los cielos, lejos de convertirse en nuestra enemiga, robándonos la paz y agobiándonos, tiene el propósito de bendecirnos, edificarnos y llenarnos de poder, autoridad, fe y esperanza. Y, quizás lo más importante, brinda descanso a nuestra alma.

El Enfoque correcto

Pero, ¿cuándo la memoria está enfocada en lo correcto? ¿Cuándo nos da descanso? Lo hace cuando centra toda su atención en la Biblia y se impregna de ella. Aquel que llena su memoria con la Palabra de Dios tiene garantizado el tan anhelado descanso para el alma y, por lo tanto, una buena vida, libre de preocupaciones, temores y ansiedades. Por esta razón, el salmista podía declarar con seguridad: «Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos» (Sal. 119:44-45).

¿Cuál es entonces el secreto para que nada nos robe la paz y el descanso? Hacer memoria de lo correcto. Necesitamos despojarnos, dejar atrás, dejar de recordar todo peso y pecado que nos asedia como dice el autor del libro de Hebreos, y comenzar a hacer memoria de todas aquellas promesas y palabras de aliento que podemos encontrar en la Palabra de Dios.

¿Y cómo lo conseguimos? Muy simple, ¡leyendo la Biblia! Nadie puede recordar aquello que no ha leído.  Y si vamos un paso más allá, nadie puede memorizar aquello que no ha leído reiteradas veces. De manera que si lo que queremos es tener una memoria que nos dé descanso, necesitamos leer la Biblia día tras día, haciendo así que sature, impregne  nuestra mente y se transforme en el centro de nuestra vida, llenándonos de esa paz que sobrepasa todo entendimiento. 

Cada vez que recordamos lo escrito en la Palabra de Dios, hacemos memoria de las maravillas que Dios hizo. Nuestra alma recupera la fe y la esperanza al recordar que nuestro Padre Celestial puede obrar esas mismas maravillas a nuestro favor. Cada vez que hacemos memoria de sus prodigios, nuestra alma se fortalece y afirma en la seguridad de tener un Dios que continúa haciendo milagros a favor de su Pueblo. Cada vez que recordamos los juicios de su boca, sus mandamientos y estatutos, todo nuestro ser anhela agradarle viviendo en santidad, viviendo cada día de nuestra vida como es digno de sus hijos. Cada vez que recordamos sus misericordias, nuestra alma se llena de gratitud por la infinita bondad de nuestro Padre. Todo esto, lejos de robarnos el descanso, nos llena de paz y seguridad. Vale la pena hacer de la Biblia el centro de nuestra vida día tras día, dedicándole tiempo no solo a leerla, sino también a memorizarla. Solo así la memoria dejará de ser enemiga de nuestro descanso y se transformará en la mejor y más eficaz aliada para encontrar paz y reposo para el alma.

Andrea Palavecino – Red de Profesionales Integradores. Beneficiaria del proyecto La Fe Viene por el Oír». Miembro de Reflexiones Bíblicas (grupo virtual de Interacción Bíblica para personas ciegas).

Andrea es abogada en la Dirección Municipal de Derechos Humanos.