Imagina por un momento que llegas a la iglesia con el corazón expectante, deseando adorar y escuchar la Palabra de Dios, pero no puedes entender lo que se dice. Tal vez el pastor predica, pero sus palabras se pierden en un mundo de silencio para quien no puede oírlas. O los versículos son leídos, pero no puedes verlos. Ahora imagina que un día, alguien abre una puerta: una Biblia en braille, un intérprete de señas, una voz amiga que te describe lo que ocurre. De pronto, el mensaje de amor y esperanza que parecía lejano se vuelve tuyo.

Así es como se siente la accesibilidad en el ámbito religioso: como un abrazo de Dios que nos dice a cada uno: «Vos también pertenecés aquí.»

Si la iglesia no habla su lenguaje, ¿cómo pueden escuchar la voz de Dios?

El evangelio es para todos. Jesús vino a traer salvación sin distinción de personas, invitando a cada ser humano a recibir Su amor y gracia. No hay barreras en Su llamado: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

Pero muchas personas con discapacidad han sentido que las iglesias no están preparadas para recibirlas. Un hombre sordo entra a un culto y ve labios moviéndose sin entender las palabras. Una mujer con baja visión anhela leer la Biblia, pero no encuentra un formato accesible. Un adolescente con autismo con hipersensibilidad sonora, no puede participar del tiempo de alabanza, aunque use orejeras para bloquear el sonido, porque en alabanza parece un recital, entonces la familia entres llega para la predicación. Un niño con discapacidad cognitiva quiere conocer a Jesús, pero las clases no están adaptadas a su manera de aprender.

La accesibilidad no es solo una cuestión técnica; es una expresión tangible de amor.

Es asegurarnos de que cada persona, sin importar sus capacidades, pueda experimentar el mensaje que transforma vidas. Como dice Romanos 10:14: «¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?»

Jesús mismo nos dio el ejemplo: tocó a los leprosos, habló con los excluidos, restauró la vista a los ciegos y abrió los oídos de los sordos. Él rompió toda barrera para que nadie quedara fuera del Reino de Dios. Nuestra misión es seguir Su ejemplo, abriendo caminos donde antes solo había obstáculos.

Accesibilidad bíblica: el derecho a escuchar la voz de Dios

Para muchos, acceder por primera vez a la Palabra de Dios es un momento sagrado. Samuel, un joven con síndrome de Down, lo expresa así:

«Siempre me gustó ir a la iglesia, pero no siempre entendía lo que decían. Un día, mi pastor y mis amigos empezaron a explicarme la Biblia con dibujos,  canciones y palabras que me eran conocidas. Aprendí que Dios me ama y que puedo servirle. Ahora ayudo a dar la bienvenida a las personas en la iglesia, entrego los boletines informativos y oro por ellas todos los días. Me gusta decirles que Jesús los ama, porque yo lo siento en mi corazón.»

Este testimonio nos recuerda que la accesibilidad bíblica no es un lujo ni una comodidad, sino una necesidad espiritual. Cada persona, sin importar sus capacidades, tiene un lugar en la familia de Dios. «Cada uno, según el don que ha recibido, adminístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 Pedro 4:10).

La fe viene por el oír, por el leer, por el experimentar la Palabra de Dios de manera personal. Si no garantizamos que todos puedan recibir ese mensaje, ¿cómo podrán fortalecer su relación con Dios y encontrar su propósito en Él?

¿Qué podemos hacer como iglesia?

No es necesario ser expertos para marcar la diferencia. Pequeñas acciones pueden abrir grandes caminos:

✅ Contar con intérpretes de Lengua de Señas en los cultos.
✅ Ofrecer materiales en braille o con tipografía ampliada.
✅ Adaptar la enseñanza para personas con discapacidad cognitiva.
✅ Asegurar que los espacios físicos sean accesibles.
✅ Fomentar una cultura de empatía y servicio dentro de la comunidad.

La inclusión no es solo una opción: es el reflejo del amor de Dios en acción. 💙

Equipo Biblia, Iglesia y Discapacidad