A lo largo de mi recorrido académico y profesional –y sobre todo en el entorno de iglesia– Dios siempre fijó mi mirada sobre la discapacidad invisible… Identificamos rápidamente la ceguera, el sindrome de Down, la parálisis cerebral. Pero muchas veces pasa desapercibida, por ejemplo, una persona con retraso madurativo.
Este tipo de discapacidad es detectado y diagnosticado habitualmente en la adolescencia. Y en las iglesias cada vez vemos más jóvenes y adolescentes con retraso madurativo; sin embargo no contamos con las herramientas para ayudarlos a integrarlos. Antes de mencionar algunas de estas herramientas, creo que es necesario subrayar la importancia de informar de qué manera esta condición afecta a quien la padece.
Una persona con retraso madurativo carece de las principales características que presentan sus pares, las personas de su misma edad. Puede verse afectada el habla, la socialización, el nivel cognitivo y a veces el desempeño motriz. Por lo tanto es clave determinar primero este asunto puntual, para luego poder definir las herramientas más oportunas, de acuerdo a cada caso.

  • En relación al espacio: es fundamental determinar el lugar más apropiado para estas personas dentro de la iglesia. Debemos considerar que ellos mismos puedan orientarse e identificar su espacio físico de pertenencia y preferencia.
  • En relación a la enseñanza: nunca hay que generalizar; de acuerdo al desempeño cognitivo podremos identificar qué asuntos le cuesta comprender a cada uno.
  • En relación a los recursos didácticos: considerar cuáles son los más apropiados para enseñar la Palabra. Por ejemplo, las herramientas visuales (imágenes, videos, láminas, objetos, recursos escénicos, etc.) ayudan a mantener la atención y hacen más ameno el aprendizaje. Una exposición oral y extensa solo dificulta la comprensión y los distrae.
    En relación al lenguaje y al vocabulario: optar por estilos encaminados a la comprensión simple, y utilizar versiones amenas (Traducción a Lenguaje Actual).
  • En relación al discipulado: hacer un seguimiento individual, preguntándoles luego de cada lección o encuentro si pudieron entender bien, qué fue lo que aprendieron, lo que más recuerdan, lo que más les impactó. Dejar que ellos expresen en sus propias palabras lo que comprendieron.
  • En relación al liderazgo y la labor pastoral: observar individualmente las dificultades y fortalezas de comprensión y aprendizaje. Es importante abordar las subjetividades, ya que a algunos les costará entender lo que a otros quizás no. Al observar, debemos tener en cuenta estas diferencias. Eso nos permitirá ir ajustando las herramientas en base a la necesidad de cada uno.
  • En relación a la socialización: muchas veces se sienten inhibidos, se aíslan y les cuesta integrarse. Es importante que líderes y pastores faciliten la integración. Invitarlos, recibirlos, saludarlos como a todos, proponerles cantar, ayudar en las ofrendas, lecturas, oraciones, etc.

Para que este entorno de integración fluya, los invito a abrir nuestra mirada y buscar siempre la guía de Dios. Estoy segura que podemos lograr que cada uno de ellos sea parte del servicio eclesial, ya que todos fuimos creados con un propósito. Una discapacidad no implica quedar fuera de los planes de Dios.


Por último: oremos por ellos y oremos junto a ellos; expresémosles el amor de Dios el creador, a fin de que todos puedan cumplir el propósito divino. Recordémosles que Dios los escogió desde antes de nacer y envió a su Hijo para redimirlos.
Amarlos es integrarlos, y en el reino de Dios no hay excepción de personas.


Sofía Bautista

Forma parte de la RED INTEGRADORA DE SBA y junto a otros profesionales, voluntarios, especializados en el trabajo con personas con discapacidad dona su tiempo y conocimiento para servir a la iglesia Cristo.